19 de enero de 2013

Reciclaje 1

Un blog se construye por capas. Capas de post que se van acumulando y enterrando en las profundidades textuales a lo largo del tiempo. De vez en cuando es conveniente extraer de esos estratos escondidos muestras de aquello que, escrito hace unos meses o años, el autor considera que puede darles otra oportunidad de vida poniéndolo de nuevo frente a los ojos de los lectores. Arqueología y reciclaje a la vez. Sin abusar, eso sí, que el carácter del bloggero se forja en la escritura constante y solitaria,  incluso si no lo lee nadie.

 DECRECENTISMO ES HABLAR EN PROSA
 12 Dic 2009
 
Moliere, en “El burgués gentilhombre”, muestra magistralmente el reconocimiento de una ignorancia y de “un darse cuenta” repentino. M. Jourdain, un muy poco ilustrado burgués, de pronto toma consciencia de que durante toda su vida ha hablado “en prosa”. Es decir, descubre una obviedad, tal como se refleja en este diálogo con el “filósofo”:

"—Filósofo: ¿Y son versos los que queréis escribirle?
—M. Jourdain: No, no; nada de versos.
—F:¿Preferís la prosa?
—J: No. No quiero ni verso ni prosa.
—F:¡Pues una cosa u otra ha de ser!
—J:¿Por qué?
—F: Por la sencilla razón, señor mío, de que no hay más que dos maneras de expresarse: en prosa o en verso.
—J:¿Conque no hay más que prosa o verso?
—F: Nada más. Y todo lo que no está en prosa está en verso; y todo lo que no está en verso, está en prosa.
—J: Y cuando uno habla, ¿en qué habla?
—F: En prosa.
—J: ¡Cómo! Cuando yo le digo a Nicolasa: "Tráeme las zapatillas" o "dame el gorro de dormir", ¿hablo en prosa?
—F: Sí, señor.
—J: ¡Por vida de Dios! ¡Más de cuarenta años que hablo en prosa sin saberlo! No sé cómo pagaros esta lección."

El decrecentismo es la prosa de muchos. La nuestra, por supuesto, pero también la de ecologistas y otros activistas sociales que durante muchos años de travesía por el desierto han intentado hacer una propuesta social y política con capacidad de cautivar y aunar voluntades en pro de una sociedad diferente. Este ecologismo, desgraciadamente, ha quedado atrapado en las redes que el sistema ha lanzado para capturarlo integrando el mismo concepto de "sostenibilidad" sobre el que han asentado gran parte de sus propuestas.

El movimiento decrecentista puede tener la capacidad, si las cosas se hacen bien, de reorganizar el imaginario activista, político y teórico de los, en muchos casos, aletargados movimientos sociales si dialoga con ellos, reconoce sus aportes téoricos y sus luchas y comienza a recorrer con ellos la gran transición hacia una sociedad viable. Eso requerirá acentuar las diferencias conceptuales, éticas y prácticas entre "sostenibilidad" y "decrecimiento". Es de vital importancia fortalecer una idea del decrecimiento no asimilable.

La propuesta por el decrecimiento es una obviedad. Es el “dos más dos” del sentido común y de la sensatez: no es viable un crecimiento infinito en un mundo finito y punto. No hay nada más que decir porque todo lo que se puede decir ya ha sido dicho: que si la tecnología, que si los acuerdos internacionales, que si la responsabilidad social corporativa; que si la empresa verde; que si el reciclaje etc. y no han servido para casi nada. Tinta y saliva a raudales han sido vertidas en los cauces de la retórica posibilista para justificar lo injustificable o para aligerar el peso y hacer un poco más lenta la caída a un precipicio que de todas maneras va a ocurrir, si seguimos por el mismo camino. El decrecentismo dice: “si ésto, entonces ésto”. Si el causante del desastre previsible es el crecimiento económico, no un tipo de crecimiento, sino "el" crecimiento en sí mismo entonces hay que dejar de crecer. Lógica y prosa elemental y, a la vez, implacable. Por ello, hay que seguir hablando en prosa: lo demás es poesía.

16 de enero de 2013

Londres 1952, Pekín 2013

La historia se repite, por ahora como preámbulo de  tragedia. Dice la prensa que "China emitió hoy una alerta debido a la densa y dañina capa de contaminación que cubre desde ayer 12 provincias del país y que en Pekín se ha convertido en una de las peores registradas en una década". En 1952, durante cinco días, una gran niebla (great smog) ennegreció el aire, los pulmones, las gargantas y la vida de los habitantes de Londres, causando miles de muertos y enfermos, muchos de ellos crónicos. Greenpeace afirma que  "los altos niveles de contaminación del aire causaron en 2012 unas 8.500 muertes prematuras en Pekín, Shanghái, Cantón y Xian". Tanto en uno como en otro caso el origen está en la quema desmesurada de combustibles fósiles, en particular de carbón.

China forma es una pieza del capitalismo globalizado; una pieza enorme pero subordinada a sus condicionamientos y determinaciones. No es "otro mundo" desde el punto de vista industrial, financiero o ecológico. Forma parte, y cada vez de manera más central, del mismo sistema avasallador, desenfrenado y psicótico. No se trata de que China esté repitiendo el error que cometieron antes otros; es el mismo modelo termoindustrial que repite una y otra vez sus errores y horrores en diferentes lugares del planeta.

Desde el punto de vista ecológico el modelo de desarrollo chino es una aberración y no es de recibo decir que ellos tienen el derecho a "desarrollarse" y que los países ricos no tienen derecho a exigirles ese "no desarrollo" vetándoles sus posibilidades de producción y consumo. La Tierra, la biosfera, es un espacio común que no distingue demarcaciones políticas o culturales. El actual camino chino no es inevitable, es uno de los posibles pero es ecológicamente inviable. El resto del mundo tiene el deber de exigirse a sí mismo y a los habitantes de ese inmenso territorio que modifiquen el rumbo pues el muro del desastre ya se ve con claridad.