20 de mayo de 2012

La imaginación tecnológica y la banalidad

Todo el mundo tiene derecho a imaginar el futuro en general y el futuro tecnológico en particular. Sin embargo, la mayoría no lo hacemos y dejamos que otros lo imaginen por nosotros. Es decir, delegamos la capacidad y el potencial de imaginación de que se encuentra socialmente distribuida. Al parecer, a la división del trabajo productivo le corresponde una división del trabajo de la imaginación. Por este motivo, existen individuos que se dedican a imaginar productos y servicios que supuestamente nos harán más fácil la vida.

Hace algún tiempo un periódico invitó a diferentes personas a pensar acerca del cual sería el “invento que falta en nuestras vidas”. Las respuestas fueron muy heterogéneas. Destacamos la que dio el ejecutivo de una empresa fabricante de electrodomésticos. “Me gustaría que existiera un electrodoméstico inteligente que nos evitara usar sartenes y ollas, con el que nunca más nos preocupáramos de si los ingredientes son frescos, ni tuviéramos que consultar la receta en un libro. De hecho, estamos investigando sobre una cocina del futuro que no necesite nada. La superficie de cocción inteligente sin forma definida y moldeable, permitiría que nos limitáramos a situar los ingredientes sobre ella y el aparato lo analizaría, presentando un lista de las recetas que mejor se ajusten a ellos”. Supongo que este deseo será compartido por muchos y que la empresa en cuestión dedicará tiempo y muchos recursos económicos y humanos para logra que el producto por fin exista: deseos, cerebros y máquinas se pondrán al servicio de esta imaginación y la harán realidad.

Por su parte, Michio Kaku un prestigioso científico especialisrta  en la Teoría de las Supercuerdas, afirmó hace unos pocos años que se está trabajando en un prototipo de sensores cerebrales, que acercándose a la telepatía, permite colocar un chip, llamado BrainGate, en el cerebro. Afirma, alegre y complacido que “podemos conectar ese chip a un odrdenador para jugar a los videos juegos, resolver crucigramas, escribir correos electrónicos y mandarlos simplemente mediante el pensamiento. En Japón hablan ya seriamente de fotografiar los sueños. Hoy es imposible, pero investigadores de la Universidad de Kioto han descubierto que la imagen que genera el cerebro se hace pixel a pixel”

Los ejemplos que hemos puesto corresponden a los imaginarios del mamistream cultural, empresarial y tecnocientífico. Y no nos gustan. Es la imaginación tecnológica dominante que mañana se convertirá en productos que rodearán y condicionarán nuestra vidas. Son ejemplos de tecnologías aristocráticas que, en otro lugar, hemos opuesto a las tecnologías plebeyas. Tecnologías excesivas, banales y, por lo tanto, débiles en espesor cultural las primeas y tecnologías austeras y arraigadas en las prácticas comunitarias las segundas.  Una perspectiva decrecentista acerca de los objetos tecnológicos debe rebelarse contra  la contaminación semiótica y física de nuestros entornos que estos excesos conllevan. No se se trata  de renunciar al mundo artificial que nos caracteriza como especie. Ningún primitivismo debería definirnos. Se trata de  apostar por  "nuevas calidades " en ese medioambiente artificial y consolidar una teoría del diseño dentro de un mundo limitado, complejo y precario. Apostar por el "cuidado de las cosas", frente a la cultura del desecho y la obsolescencia programada.