15 de julio de 2011

Emprendedores y decrecimiento (1)

Recientemente la vicepresidenta económica de España, Elena Salgado,  manifestó que los emprendedores son los actores principales del nuevo modelo productivo por el que su gobierno apuesta. La figura del emprendedor tiene una excelente imagen en todos los ámbitos sociales: la izquierda política lo ha aceptado con alegría y forma parte en muchos lugares de sus programas electorales. En España, como vemos, comienza en el discurso institucional a sustituir a la figura del trabajador como actor de los cambios necesarios para la "salida de la crisis". Esta sustitución no es trivial y dice mucho acerca de la visión de la izquierda liberal acerca de cuales son sus aliados principales dentro de su proyecto político.

El término emprendedor alcanzó su formulación más precisa con Joseph Schumpeter (1883-1950) y en el contexto de su "destrucción creativa" ha sido considerado como la quitaescencia de la energía capitalista.Por este motivo, la figura del emprendedor, combinación de riesgo, inventiva y capacidad innovadora debe ser adjetivada, de lo contrario los proyectos de innovación social al aceptarlo y utilizarlo corren el riesgo de "comprar" mucha ideología liberal sin darse cuenta.

Del perfil emprendedor debemos rescatar la imaginación, la capacidad de anticipar mundos posibles,  la voluntad de cambiar situaciones deficitarias, el esfuerzo y la perseverancia etc. Pero el emprendedor no puede ser defendido per se. La mayoría de las conductas clasificadas como emprendedoras dejan bastante que desear desde el punto de vista de una ética solidaria. Muchas de las iniciativas, desarrolladas en el campo de los negocios son ecológicamente insustentables por despilfarradoras y ciegas a sus consecuencias medioambientales. Muchas de ellas más que adecuarse al modelo de la "destrucción creativa" son expresión directa de una perversa  "creatividad destructiva", por ejemplo al someterse a los dictados de la obsolescencia programada. La inmensa mayoría de las seductoras y publicitadas innovaciones tecnológicas son banales, redundantes, superfluas y dañinas desde el punto de vista del bienestar colectivo.

El concepto de "emprendedor social", si no es un pleonasmo, puede indicar adecuadamente una diferencia tanto de medios como de fines en relación al emprendedor económico clásico. No obstante, probablemente sea necesario seguir buscando un término que defina con mayor precisión a esta figura social que no actúa movido por el interés pecuniario pero sobre todo que vincula su proyecto al destino de comunidades emprendedoras o comunidades de iniciativa social. No es un solitario aventurero en la selva económica sino parte de un engranaje colaborativo que emerje desde el terreno de lo común. Como lo es la imaginación decrecentista.